Hernán Büchi

 

“El progreso permitirá, como lo ha hecho hasta ahora, que cada vez dediquemos menos horas a lo que hoy llamamos trabajo, y simultáneamente, vivamos mejor. Pero los héroes que lo hacen posible no son los que declaman o impulsan leyes, sino los miles de anónimos emprendedores y trabajadores que cada día buscan laboriosamente cómo obtener más con menos”


La tecnología nos permite hoy acceder a información en forma hasta hace pocos años impensada. Pero es una ilusión creer que ella nos da una compresión cabal de toda la realidad. Sigue siendo cierto que nadie mejor que cada uno de nosotros conoce nuestro propio entorno, deseos y capacidades. Es por ello que hoy, al igual que en el pasado, una economía de mercado basada en acuerdos voluntarios es la que mejor garantiza el progreso.

La realidad es muy compleja y es posible obtener información casi infinita sobre sus múltiples facetas. Sin embargo, nuestra capacidad de compresión y de foco es limitada. No es de extrañar entonces que grupos organizados y relativamente pequeños compitan por nuestra atención con sus mensajes. Su objetivo es que la sociedad se movilice en torno a dichas ideas, en desmedro de otras prioridades. El premio es grande, pues es posible que tenga efectos a escala mundial.

La precisión de la información y la verdad quedan en segundo plano con tal de lograr el máximo impacto. Hace pocos días vimos cómo, entre los muchos incendios que hay en el mundo, en Siberia, África y América del Sur, el único que quedó en la retina pública fue el de la Amazonía brasileña. Poco importa que las fotos más impactantes fueran de otras épocas, o peor aún, de otras latitudes. Un presidente polémico por sus dichos, pero también por sus políticas promercado, sufrió un nuevo desgaste.

El Presidente francés, por su parte, logró otra vez posicionarse como un campeón ambiental, tras la fallida alza de los impuestos a los combustibles, por razones medioambientales, que le valió la rebelión de los chalecos amarillos. Tiene, además, argumentos nuevos para dificultar el libre comercio con el Mercosur, indudablemente más competitivo que Francia en materias agrícolas.

La actitud adecuada en relación con este fenómeno es aguzar el espíritu crítico frente a visiones que pretenden transformarse en hegemónicas. Entender a quiénes o a qué propósitos benefician dichas visiones y buscar información alternativa antes de reaccionar, transformando el tema en primera prioridad.

Sería extremadamente conveniente que las autoridades chilenas siguieran ese camino de reflexión y no cayeran en la vorágine regulatoria que la próxima COP25 podría generar y que ya se insinúa. En materia de calentamiento global, dado que la atmósfera, el progreso humano y la relación entre ambos son temas que no comprendemos bien, deberíamos ser especialmente acuciosos y críticos. Se plantea como una catástrofe para la humanidad que requiere todo tipo de facultades y medidas especiales. Se pretende incluso que el poder se centralice a escala mundial. Hay grupos de interés que venden y promueven sus opciones y en apariencia también hay culpables, como las compañías de energía tradicionales.

El Presidente Macron aprendió con un alto costo que muchos necesitan sus productos. El márketing es apabullante. Del calentamiento global se pasó al cambio climático, más conveniente, pues la naturaleza cambia por definición y eso se acomoda a cualquier escenario. Mucho calor en un lugar o momento o mucho frío en otro. Escasez de agua por las menores lluvias como en Chile central, o exceso de ella en la zona de los grandes lagos en América del Norte.

Estos mensajes, en la medida que logren imponerse, tendrán efectos económicos, haciendo más difícil el progreso en el mediano y largo plazo, además de sus consecuencias más próximas y directas.

Se ha vaticinado una próxima recesión en Estados Unidos e incluso mundial, por lo que vale la pena mirar el tema con más detalle, ya que, hasta cierto punto, los pronósticos pueden auto cumplirse. Si su aceptación es realmente masiva, lo que afortunadamente todavía no ocurre, muchas personas y empresas moderarían sus gastos e inversiones y en ciertas circunstancias eso genera una caída en el crecimiento.

Además, tiene otras consecuencias. Una percepción extendida de dificultades externas facilita las excusas de gobiernos que no quieren o pueden adoptar los cambios necesarios para acelerar el progreso o salir del estancamiento.

Parece difícil encontrar a los beneficiarios de los mensajes de recesión exagerados. Quizás tiene sentido para los que buscan alcanzar la fama. Después de todo, la memoria es corta y los errores se olvidan. Sin embargo, las declaraciones recientes de William Dudley, exmiembro de la Reserva Federal, son iluminadoras. En esencia, expresa que la Fed debiera considerar la inconveniencia de la reelección de Trump y, aunque ella pudiera y debiera hacer algo para que la economía americana sea más dinámica el año 2020, no conviene que lo haga, ya que ayuda al actual Presidente a reelegirse. Si este es el pensamiento de un miembro de una institución en su esencia técnica y apolítica, imaginemos los intereses de aquellos que sí están en la arena política. Para muchos, un menor dinamismo garantizaría la derrota de Trump.

Una definición aceptada de recesión es dos trimestres consecutivos de caída de producto medido a ritmo anual y con ajuste estacional. De los países de mayor envergadura económica, Alemania es el que ha estado más cerca, pues tuvo una leve caída el segundo trimestre de este año. Estados Unidos, sin embargo, está por ahora alejado. El primer trimestre de este año se expandió a un ritmo de 3,1% y el segundo al 2%. El trimestre actual, según el modelo de la Fed de Atlanta, ha oscilado alrededor del 2%, con el 1,5% como punto más bajo.

Más de dos tercios de la expansión del producto en Estados Unidos proviene del consumo. Los consumidores están en buen pie y las ventas del comercio son claramente positivas. Según datos de la Conference Board, el Índice de Confianza en las condiciones actuales de la economía es el más alto desde el año 2000. El desempleo es bajo y los trabajadores perciben que los empleos son abundantes y que hay más empleos abiertos que desempleados. La productividad sube. Tanto el gobierno como las exportaciones netas no son un impacto negativo adicional para el crecimiento. El único punto negativo es la inversión de las empresas, que sin duda está afectada por las discusiones comerciales. De hecho, la incertidumbre preocupa más que los aranceles mismos, e incide en que el crecimiento se modere.

En suma, no se observa una recesión en el horizonte de corto plazo de la economía americana. El país lleva 10 años de expansión, aunque muy modesta en los primeros ocho. Si la historia es un buen antecedente, en algún momento vendrá una caída en el bienestar y es de esperar que no sea profunda ni extendida. Pero asegurar que eso será pronto no tiene mayor fundamento.

Sí, existen ciertos indicadores de alerta. Las tasas cortas más altas que las largas y las bajas tasas en general, son un ejemplo. En las últimas décadas, a la inversión de tasas le sigue casi siempre una recesión. El tema es complejo y excede estas líneas, pero es razonable pensar que hoy el fenómeno obedece en parte a la expectativa de que la Fed continuará bajando sus tasas de instancia.

China, si bien ha moderado su expansión, se mantiene siempre cercana al 6%, lo que reafirma que la expansión mundial se mantendrá en terreno positivo. Es curioso que en Chile se espere que China siga a tranco acelerado cuando su crecimiento poblacional es menor que el chileno y el producto per cápita ya está dentro del mismo orden de magnitud.

Lo anterior sirvió para justificar la incapacidad de Chile de volver a crecer a tasas elevadas, pero lo cierto es que sí puede hacerlo y la realidad externa no es un impedimento —ya lo hizo en el pasado con precios del cobre más bajos—. Para lograrlo se requiere más que políticas monetarias o fiscales adecuadas. Las buenas políticas son un punto de apoyo, pero su abuso genera serios problemas. Lo más importante para Chile hoy es que entre sus líderes vuelva a imperar el sentido común. Es legítimo tener y expresar deseos, pero no se debe olvidar que para conseguirlos es preciso tener en cuenta las limitaciones que impone la realidad. Sin duda que el progreso permitirá, como lo ha hecho hasta ahora, que cada vez dediquemos menos horas a lo que hoy llamamos trabajo, y simultáneamente vivamos mejor. Pero los héroes que lo hacen posible no son los que declaman o impulsan leyes, sino los miles de anónimos emprendedores y trabajadores que cada día buscan laboriosamente cómo obtener más con menos. Es preciso dejarlos cumplir su tarea y no hacérselas cada día más difícil y, en algunos casos, imposible.

 

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2019/09/08/72321/Recesion-ad-portas-en-el-mundo.aspx

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