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20 DE AGOSTO DE 2019

 

 

 

Uno de los patriotas más inclaudicables que quedaba en Chile fue enterrado el sábado. Se llamaba Rodolfo Menéndez y siempre decía: "a mí a humilde no me la gana nadie", así es que pidió a los suyos no publicar su defunción. Pero sus amigos llenamos la iglesia.


Varias veces en este blog relaté una anécdota suya, por considerarla muy decidora. Cuando hace unos años apareció el billete de 20 mil pesos y recibió uno, pagó con él la bencina en una bomba, diciéndole al bombero: "Este billete nuevo viene con la efigie de mi general Pinochet". El bombero lo examinó, sonrió y le dijo: "Eso va  suceder en cincuenta años más". Sabiduría popular.
 
Nunca "se dio vuelta la chaqueta". Tal vez porque era hijo de español y una sola generación no basta para aprender a cambiarse de bando.
 
Conoció a muchas promociones de ingenieros comerciales de la Universidad Católica, porque hacía clases de contabilidad en esa carrera. En una oportunidad le pidieron publicar en "La Segunda" una reseña histórica de la Facultad de Economía de la UC. Me pidió auxilio y yo le sugerí entrevistar al primer decano que había tenido esa facultad, relativamente nueva. Se trataba del abogado don Julio Chaná Cariola, que estaba ya retirado. Fuimos a verlo y ahí me enteré del origen de los "Chicago Boys", que cambiaron la historia de Chile cuando la Junta les entregó la conducción de la economía.
 
Don Julio nos refirió que en los años 50 el rector de la Universidad, monseñor Alfredo Silva Santiago, lo había convocado y le había dicho: "Aquí en Chile todos enseñan economía socialista, mientras en el mundo los países más prósperos son capitalistas. ¿Por qué no trae profesores norteamericanos a su facultad?". Don Julio sabía que en ella había un alumno que trabajaba en un programa norteamericano de ayuda llamado "Punto Cuarto". Habló con él y le dijo: "Dígale a su jefe que contrate profesores norteamericanos para la Católica". El jefe eligió a la Universidad de Chicago y uno de los primeros en venir fue Arnold Harberger; y de los primeros chilenos en ir a estudiar allá fueron Ernesto Fontaine, Sergio de Castro y Rolf Lüders. Ése fue el origen del "milagro chileno".
 
El mejor amigo de Rodolfo fue también un "Chicago Boy", Pablo Baraona, que falleció antes que él.
 
Rodolfo formaba grupos y reunía personas. El "Grupo Portada", que tanto contribuyó a mantener viva la llama de la libertad durante la UP, no habría existido sin él. Tampoco el de los "Trotadores del San Cristóbal".
 
En 2005 un agricultor, Ramón Montero, a quien yo no conocía, me llamó y me notificó de que organizaría una comida en mi honor por mi defensa del Gobierno Militar. Pero me pidió el concurso de alguien próximo a mí para convocar a mis amigos. Yo le pedí hacerlo a Rodolfo, que con un teléfono en la mano podía estremecer Santiago. La cena en Casapiedra se autofinanció y hubo que poner mesas de emergencia en los pasillos. Pero él me previno que entre "mis mejores amigos" uno se negó a adherir a la comida y otro, que tampoco lo hizo, le advirtió: "no te metas en eso". Nunca me dio su nombre.
 
Con su partida, los que antes estábamos unidos estamos más desunidos y se reduce irremisiblemente el número, nunca significativo, de los que en Chile "no se dan vuelta la chaqueta".
 
 
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