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25 DE FEBRERO DE 2020

 

 

 

 

 

Un video de un centro de estudios argentino reproduce otro de Mon Laferte diciendo que ella perfectamente podría ir a incendiar un supermercado, porque hace 23 años que éste le ha estado robando cuando va a comprar a él. El comentarista argentino concluye que, con eso, ella demuestra ser perfectamente imbécil y explica por qué. Lo cual no obsta a que la Quinta la haya aplaudido de pie. Ser políticamente imbécil nunca ha sido obstáculo para eso.

A comienzos del segundo gobierno de Michelle Bachelet y cuando ella ponía en franca decadencia a todos los indicadores del país, nos visitó el intelectual inglés Niall Ferguson, quien, informado de la situación, señaló que los chilenos estábamos "ejerciendo nuestro derecho a ser estúpidos".

Entre imbéciles y estúpidos está la cosa. Sólo siendo lo uno o lo otro (o ambas cosas) se puede explicar que aquí todavía se diga que vivimos en democracia, cuando estamos en pleno régimen de facto. Pues una dictadura de la violencia impone el terror. Y como no hay gobierno, porque éste renunció, también de facto, cuando el 12 de noviembre pasado la oposición proclamó, en una declaración de todos sus partidos, desde el Comunista a la DC, que se iba a instalar una Asamblea Constituyente (entidad no contemplada en la juridicidad vigente); que la "ciudadanía movilizada" (ente no contemplado en ningún organigrama del poder), había "corrido el cerco de lo posible"; que requeríamos una nueva Constitución emanada de esa "ciudadanía movilizada" para "establecer un nuevo modelo político, económico y social" y que "el proceso constituyente ya estaba establecido por la vía de los hechos". Es decir, confesaban que era de facto, no de jure o por el derecho. 

Ante el golpe de estado los parlamentarios de gobierno, derrocado ya éste en los hechos, fueron a entregar el poder a los golpístas y a abrazarse con ellos. Piñera renunció públicamente por cadena nacional a todas sus prerrogativas, como ya lo había hecho de facto, y puso en marcha el proceso para instalar la Asamblea Constituyente. Llamaron a eso "Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución". Dos días después se registró la jornada más violenta de todas, probando que a Piñera no sólo lo habían derrocado sino también "pasado por el aro".

Tan caído estaba el régimen que sus parlamentarios, teniendo en el Congreso los votos para rechazar el mecanismo que establecía la Asamblea Constituyente ¡votaron a favor de ella! ante los gritos de consternación de los únicos dos, Ignacio Urrutia en la Cámara y Kenneth Pugh en el Senado, que defendieron la legalidad vigente y votaron en contra. Así pasaron a la historia.

La otra gran falacia actual es que Chile está poniendo término a un régimen de abuso contra los pobres, derivado del modelo económico-social. ¡Pero nunca un modelo les había dando tanto a los pobres! La clase media era un 23 % en 1990 y de 57,8 % en 2013. Para un chileno del 25 % más pobre es más fácil llegar al 25 % más rico que para un alemán. En moneda constante, el gasto social se ha multiplicado por cinco entre 1990 y 2019. El gasto público en salud se multiplicó por 12 y en educación por 10. ¡Pero se lo roban a los pobres! Pues si el gasto social realmente fuera al 20 % más vulnerable, cada familia de éste recibiría dos y medios  millones de pesos al mes y pasaría a formar parte del grupo de mayores ingresos. (Referencias en columnas de Axel Kaiser y Jorge Quiroz en "El Mercurio" y Rolf Lüders en "La Tercera").

Entonces ¿dónde se va la plata? Adivine: el gobierno central tenía 114 mil personas en 1990 y 367 mil en 2018. Es decir, el "modelo neoliberal" le ha dado más plata que ninguno antes en la historia de Chile a los pobres. Pero la parte el león se la lleva la clientela de los partidos.

¿Qué hay que hacer? ¡Quitarles a los políticos la plata que han birlado por 30 años y dársela a los pobres! Lo hará el próximo Gobierno de Reconstrucción Nacional. Yo anunciaba esto mismo en 1973 ¡y se cumplió!

 
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