Gonzalo Ibáñez Santamaría


Termina este año 2019 dejándonos, como los anteriores, una mezcla de sabores y sinsabores, de alegrías y de penas, de victorias y derrotas. A cada uno le corresponde hacer su propio balance; pero, también corresponde que hagamos un balance de lo que ha sido este año para el país que habitamos, para Chile.

El resultado es positivo en algunos aspectos; negativo, en otros. En todo caso, sorprendente y, por cierto, hay base para sostener que las sorpresas que él nos ha deparado no sólo no son dulces, sino muy amargas. Terminamos el año de una manera que nadie previó cuando comenzó hace 365 días. Al mirar hacia atrás no se trata, sin embargo, de encerrarse en un muro de lamentos sino, al contrario, de avizorar cómo hacer de estas amarguras una base para que Chile salga adelante.

Hace 50 años, en 1970, Chile se vio enfrentado a una situación semejante. A partir de ese año y durante los tres siguientes, Chile fue víctima de un proyecto de destrucción implacable. Sin embargo, esos males nos unieron como nación y despertaron en nosotros la conciencia de ser parte de un proyecto común cuya defensa era esencial para el bien de todos, de nuestras familias y, lo más importante, de la juventud que comenzaba a llegar. Con el apoyo e intervención de nuestras FF.AA. y de Orden pudimos iniciar una reconstrucción que en definitiva duró décadas, pero que hizo de Chile el país más próspero del continente.

Hoy, enfrentamos la evidencia de que entre nosotros se ha perdido en medida importante esa conciencia de proyecto común y de que, por el contrario, son muchos los que vuelven a mirar al país sólo como la cancha donde se enfrentan grupos antagónicos. ¿Cómo superamos la emergencia de manera de entregar a las generaciones que nos van a seguir un país en verdadera paz? La tarea es muy compleja y está claro que no la vamos a cumplir en un muy corto plazo. El desafío inmediato es el de impedir que el edificio institucional se derrumbe convirtiendo nuestra convivencia en un caos. Nuestra obligación es la de sostener ese edificio rechazando la opción de edificar uno nuevo sobre la base de una página en blanco.

Asimismo importante es el trabajo de recuperar el verdadero sentido de lo acontecido hace algo más de 46 años en Chile por lo mucho que nos enseña para enfrentar los desafíos de hoy. En esa oportunidad quedó en claro que el poder no es un trampolín para embarcar al país en cualquier experimento, sino una instancia para organizar los esfuerzos de todos en pro del bien común. Y que el bien del país, que comprende el de sus habitantes por medio de la justicia, se sobrepone a los intereses de grupos o de partidos y exige ser defendido aun contra éstos. Es algo que, sobre todo, deben tener muy en cuenta los que quieren hacer de la política su profesión.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/