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Gonzalo Ibáñez Santamaría


Poco antes de que se desencadena la ofensiva desestabilizadora del gobierno y de todo el país, con sus ingredientes de saqueo, vandalismo y terrorismo, el presidente Piñera había declarado que Chile era un “oasis” de paz y de progreso en el marco de la América Latina. Quedó entonces a la vista cuán separado vivía este presidente de la realidad del país que teóricamente gobernaba.

Ahora, habiendo transcurrido más de dos meses de esa fecha y habiendo sufrido el país y sus habitantes actos de violencia desconocidos en nuestra historia y habiendo quedado Chile al borde una cuasi paralización, el presidente se atreve a declarar que “lo peor de esta crisis ya pasó y que el año 2020 va a ser mucho mejor que el 2019”. Luego, podríamos concluir nosotros, partamos tranquilamente de vacaciones. Grave error: ni la crisis ha pasado ni está para nada seguro que el próximo año vaya a ser mejor que el que ahora concluye.
Queda la impresión que Piñera vuelve a la ensoñación del “oasis” y que para él la crisis no ha sido provocada sino por “justas demandas sociales”. Pero, para pensar así, está claro que Piñera cierra sus ojos a la realidad que nos demuestra sobradamente que esas demandas sociales no han sido más que el pretexto para desencadenar una ofensiva de violencia que desestabilice al gobierno y a todo el país. Que empuje a Chile a convertirse en una nueva Venezuela. Y que esa ofensiva no sólo no ha cesado, ni siquiera se ha debilitado, sino que se apresta a reanudar las hostilidades con una fuerza aún mayor.

Piñera nunca ha reconocido la legitimidad del pronunciamiento militar del 11 de septiembre de 1973, con lo cual, por el contrario, ha adherido a la tesis de la legitimidad del régimen de Allende y de su empeño a conducirnos hacia el marxismo. Por eso, ahora, Piñera y la derecha que lo acompaña han quedado sin argumentos de fondo para oponerse a la asonada que nos remece y para oponerse a la decisión de elaborar una constitución que apunte a ese objetivo. Y, por eso tal vez, su afán en insistir en que nos encontramos sólo ante demandas sociales de mejoramiento económico. Es probable que así intenten justificarse ante sus conciencias.

Nosotros no nos podemos engañar. El solo hecho de que estemos enfrentados a una lotería constitucional cuyo resultado puede ser abandonar la actual constitución para elaborar una nueva a partir de cero, es decir, de una página en blanco, demuestra la poca fortaleza con que se ha comportado el gobierno. No nos engañemos: se nos viene encima una nueva ofensiva. Debemos, pues, permanecer en estado de alerta y preparar nuestra defensa.

Un hito importante de esta defensa debe ser la decisión de trabajar intensamente para que la opción de rechazar esta nueva constitución sea respaldada mayoritariamente por nuestros compatriotas. Pero, desde luego, no aceptar explicaciones ni versiones como las que hace suyas el presidente y que no van a provocar otra consecuencia que adormecernos frente al peligro.

Fuente: @gonzaloibanezsm

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