19/12/2019

 

 

 

 

 

 

Gonzalo Ibáñez Santamaría


Es la que comienza a vivir Chile con la aprobación por parte de la Cámara de Diputados de un cronograma para llevar adelante un proceso de derogación de la actual constitución y redacción de una enteramente nueva de cuyo contenido nada se sabe: es una página en blanco.

Todo hace prever que este proceso que ahora se inicia constituye una aventura insensata y de la cual nada bueno puede preverse para nuestro futuro. Desde luego, por su origen, los actos de terrorismo y vandalismo que tuvieron lugar a partir del pasado 18 de octubre. Es cierto, después vinieron marchas y manifestaciones que enarbolaron determinadas demandas sociales, pero ellas no han servido más que como máscara para nuevos y peores actos de violencia. Y, a poco andar, esas demandas dejaron de mencionarse para ser reemplazadas por la demanda de una nueva constitución, porque la actual sería una herencia de la “dictadura” a pesar de que lleva la firma del presidente Ricardo Lagos. Y a pesar de que, sobre la base que ella nos ha dado, el país ha vivido un período de paz y de prosperidad como nunca antes lo había hecho. Es cierto que todavía queda mucho por hacer, pero es mucho lo que se ha avanzado en el trabajo por reducir la pobreza y por dotar a las personas de las bases para un sostenido mejoramiento de su nivel de vida. El progreso, de una manera o de otra, ha llegado por lo menos a la inmensa mayoría de los chilenos, sino a todos.

Es indudable, en este contexto, que la exigencia de cambio constitucional no es más que un pretexto para desestabilizar al país y hacerlo entrar en una vorágine cuyo fin no es otro que transformarlo ¡por fin! en una nueva Cuba o, ahora, en una nueva Venezuela. Es lamentable la facilidad con que el presidente Piñera aceptó convertirse en un engranaje más de esta estrategia e inclinó el gobierno a aceptar sus exigencias. El primer paso, con su anuencia, es éste que se da ahora. Entretanto, la ola de violencia no cesa para nada a pesar de las concesiones que hace el gobierno y a pesar del tibio respaldo que le da a Carabineros, fuerza destinada a mantener el orden público como base del respeto de los derechos de las personas. Y todos sabemos que, al comenzar marzo esa violencia rebrotará, probablemente aún con más fuerza. Y con peores consecuencias en especial para los sectores más modestos del país.

La resistencia a este cambio insensato debe nacer, entonces, desde el mismo cuerpo social. Hemos de estar alertas y vigilantes. Un paso importante, sin duda, es el de votar que No en el plebiscito de abril del próximo año. No al cambio insensato, Sí a la continuidad de Chile como un país próspero para todos sus habitantes, en la paz que brota de la justicia.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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