Gonzalo Ibáñez Santamaría


Para nadie fue una sorpresa el resultado adverso de la acusación constitucional de que fue objeto Andrés Chadwick, ex ministro del Interior. Salvo, tal vez, para él mismo.


Si hubo alguien que durante todos estos últimos diez años de vida política intentó satisfacer los anhelos y peticiones de quienes ahora lo condenaron, fue Andrés Chadwick. Recordemos que él se inició antes de 1973 militando en el MAPU y siguiendo a Salvador Allende. Pero, no más se instaló el gobierno militar, pasó a ser uno de sus más fervorosos partidarios llegando a ocupar en él puestos de mucha responsabilidad. Sobre esa base, participó en la creación de la UDI, uno de cuyos objetivos era la defensa de la obra de ese gobierno. A ello le debió su carrera parlamentaria como diputado y senador. Sin embargo, para continuar esa carrera, advirtió la oportunidad que le abría el gobierno de su pariente Sebastián Piñera. Por eso, junto con muchos próceres de la UDI, puestos en similar encrucijada, resolvió abdicar de sus convicciones anteriores y pedir perdón por su vinculación con el gobierno militar. Pero no fue sólo un repudio a los abusos que se cometieron en ese período, algunos sin duda muy graves, sino asimismo una neutralidad de cara al régimen marxista que lo precedió y, por tanto, una duda acerca de cuán legítima fue la acción del 11 de septiembre de 1973. Es decir, con su mea culpa, Andrés Chadwick hizo un borrón y pretendió iniciar una cuenta nueva.

Vano intento. De nada le valieron los “méritos” que había hecho de cara a la causa antipinochetista y antigobierno militar. La asonada del 18 de octubre lo desnudó pues el discurso que había adoptado, de acuerdo a su nuevo ideario, lo dejó maniatado para ejercer la autoridad con eficacia. De nada le sirvió, después de esa fecha, su obsecuencia frente a los organismos que observaban, según ellos, el respeto a los “derechos humanos”. Incluso, fue notoria su falta de apoyo al obrar de Carabineros para detener el vandalismo y el terrorismo. Su ausencia de voluntad en el cumplimiento de la tarea que le correspondía como ministro del Interior, esto es la defensa del orden público, no le dejó otra alternativa que abandonar el gabinete. Pero, su suerte estaba echada: una acusación que no resistía el menor análisis jurídico bastó para tumbarlo.

Andrés Chadwick cavó su tumba y alimentó a quienes lo ejecutaron y lo arrojaron adentro. Y, ahora, el epitafio: “Murió sin pena ni gloria. . . después de la última paletada, nadie dijo nada. . .”. Es un final triste, pero muy explicable por este afán de estar siempre bien con quien detenta el poder. Al final, se termina mal con todos.

La tarea ahora es impedir que Chile vaya a dar a una tumba como la de Chadwick, porque ese es nuestro riesgo. La resistencia tendrá que brotar de nosotros mismos; de ella tendremos que ser actores y no espectadores. Ese es, ni más ni menos, el desafío que enfrentamos.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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