Cristián Labbé Galilea


A riesgo que no me lean mis leales parroquianos, he decidido esta semana adelantar mi columna y “cargar las tintas” en aquello que se evoca en esta época, no sólo aquí, sino “around the world”. El riesgo lo advierto en el profundo contraste que percibo entre el ambiente general que vive nuestro país y el verdadero sentido de la navidad.

Imposible soslayar que, para donde uno mire, ve conductas odiosas, irascibles e intolerantes; al punto que parecen entenderse mejor “perros y gatos”, en su instinto animal, que nosotros a pesar de nuestra (dudosa) “racionalidad”.

Si el ambiente general esta enrarecido -ni qué decir de como lucen nuestras ciudades-, vivimos en un país devastado y nada indica que la situación tienda a normalizarse.

A pesar de lo dicho, dada la ocasión, esta pluma prefiere nutrirse de los “tinteros del optimismo” para remarcar aquellos aspectos que nos debieran hacer reflexionar.

En primer lugar hay que subrayar que quienes fomentan el odio, la división y la violencia, son sólo minorías violentistas, alimentadas por sectores políticos que quieren mantener sus cuotas de poder a cualquier precio, en circunstancias que la gran mayoría, ese 80% de ciudadanos comunes, a lo que aspira es a vivir en un clima de orden, seguridad y libertad.

En segundo lugar y, derivado de lo anterior, es imperativo cambiar ese “discurso de pesimismo y lamento” que se escucha en estos días, por uno que promueva: confianza, tranquilidad y optimismo.

¡Claro que se puede! Esta es la ocasión para cambiar el paradigma: “fuera lo negativo… venga lo positivo”. Miremos alrededor, aprendamos de la historia: la humanidad por siglos y siglos, a pesar de las diferentes culturas y religiones que existen en esta época, con distintos ritos, ornamentos, música y costumbres, promueve un mensaje de… Paz, Respeto, Unidad y Amistad Cívica.

Para los Cristianos es la Navidad; para los Judíos es Janucá; los budistas celebran “Rohatsu” (iluminación de Buda); en India el “Bada Din”, (en hindi “Día Grande”). Para unos la Natividad, para otros la Fiesta de la Luz; para unos villancicos, para otros es el “Sherele” (baile popular judío); para unos nieve, para otros un árbol; para unos son ángeles, para otros son duendes; para unos el viejo pascual, para los alemanes San Nicolás, para los rusos las “Matriuskas” (muñecas dentro de muñecas)… pero el sentido de las celebraciones es similar…

Independiente de las creencias, de las religiones o de las culturas, esta época transmite un sentido que busca rescatar la alegría que significa compartir lo que tenemos y lo que somos con nuestros más cercanos y con aquellos que más lo necesitan. Ese espíritu es el que debiera prevalecer durante todo el año.

Por lo mismo, estas fiestas son una inmejorable oportunidad: para reflexionar y preguntarnos ¿en qué momento pasamos de ser “la copia feliz del edén” a ser un país que da señales de haber “perdido su alma”?, y ¿que tenemos que hacer para salir de este infortunio? .

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