29 DE NOVIEMBRE DE 2019

 

 

 

 

CRISTIÁN LABBÉ GALILEA


Hasta ahora, y dados mis años, estaba convencido que ya lo había visto todo y que mi capacidad de asombro no sería sorprendida con nada… Lamentablemente los últimos acontecimientos me han demostrado que el ser humano, y especialmente el chileno, es capaz de sorprender siempre.

Medio país destruido, la anarquía y la violencia campeando impunemente, las fuerzas de orden superadas, la justicia inerme, los políticos enfrascados en discusiones bizantinas, el gobierno inmovilizado… Para qué seguir si todos somos testigos de cómo, en menos de un mes, todo “se fue a las pailas”.

Diagnósticos sobran. No hay quien no tenga una interpretación de lo ocurrido: ausencia de autoridad, arrogancia política, instituciones fallidas, concentración económica, desigualdad, corrupción…etcétera, etcétera, pero lo que nadie sabe, ni menos se imagina, es: cómo va a terminar este “kilombo”.

Mientras el gobierno pareciera inmovilizado y apostando a una “estrategia de desgaste”, los políticos tratan de sacar algún dividendo; las cosas son como son, “patéticas”: la violencia campea, la policía maniatada, la economía en franca caída, los temas sociales empeorando, las protestas no paran, en pocas palabras: da vértigo mirar lo que sucede y es inevitable pensar que la situación es “una bomba de tiempo”.

Lo insólito y delicado es que analistas, columnistas, opinologos y aquellos que creen saberlo todo, hablan con total desparpajo de: guerra civil, golpe de estado, insurgencia, elecciones anticipadas, todo esto fundamentado en algo objetivo y cierto: ¡la ausencia de gobierno!

Por lo mismo, cuesta creer que nuestras autoridades no hayan podido elaborar una estrategia que les permita enfrentar con éxito esta crisis y garantizarle al país: gobernabilidad. No hay que ser muy estratega para deducir que, en una “guerra de desgaste”, los insurgentes tienen todas las de ganar, porque se mueven con más agilidad y, por lo tanto, su acción está basada en la sorpresa y la intensidad.

En mis desvelos por la situación me encontré con la obra de Sir Henry Liddell Hart “La Estrategia de Aproximación Indirecta” (1941), donde, fundado en un análisis histórico, este militar inglés sugiere la adopción de operaciones de “movimiento y sorpresa” por sobre la acción frontal y de desgaste.

Reclamando de las jefaturas “voluntad y convicción” (algo que aquí hace mucha falta), Liddell Hart recomienda abandonar “lo lineal” y adoptar “decisiones paradójicas” (contrarias al sentido común) que logren interceptar y dislocar al antagonista, amenazando sus líneas de comunicaciones y su retaguardia, dejándolo sin capacidad de reacción.

Comentando lo anterior un “estratega parroquiano” sugirió que, dado que era obvio que la droga era un componente importante de esta asonada violentista, la respuesta debería ser el propinarle un duro golpe, asertivo y profundo, al narcotráfico, donde cayeran sus principales cabezas y unos cuantos “ayudistas”, especialmente algunos peces gordos; “extinguirles la logística, el financiamiento y la voluntad de lucha sería letal para la insurgencia, y tal vez el único camino para lograr la tan ansiada paz”. Para él, la clave era… ¡más acción y menos palabras!

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