Cristián Labbé Galilea


No hay quien no tenga opinión o receta sobre lo que está pasando; como siempre, aparecen “los expertos y los dateados”. Sin embargo, hay algo que está haciendo ruido y no le estamos prestando atención: “el hombre y su confinamiento”.

Es cierto… la tecnología nos tiene full comunicados, pero no es lo mismo estar comunicados que encerrados… Al estar confinados nos sentimos como “león enjaulado” (más aún, si los pumas se pasean en nuestra urbe como Pedro por casa).

En la sociedad actual, de prisas, competencias, resultados y adicción al trabajo, acostumbrados a ir y venir, a hacer y deshacer, no estamos acostumbrados a “no hacer nada”… a “perder el tiempo”; extrañamos nuestra libertad, no estamos a gusto, sentimos que el “ocio es inútil”.

Esa reflexión la he escuchado en varias oportunidades. Pero también tengo que decir que, producto de esta crisis, muchas personas han ido asumiendo el valor del tiempo libre y la importancia del “ocio fecundo” que, según los griegos, marcaba la diferencia entre la civilización y la barbarie. Ojo, no se trata de filosofar, sino de ser súper prácticos… no es lo mismo “matar el tiempo” que aprovecharlo.

Algunos “memes” que circulan por las redes sociales nos confirman que el tiempo libre fomenta la creatividad… pero también debemos saber distinguir que una cosa es el humor y otra la sandez o la estupidez humana… “basta ver un matinal y escuchar las disquisiciones, los análisis y los juicios de los periodistas, para concluir que hay que ver poca televisión… lo demás es toxico”.

Son tiempos especiales, la incertidumbre está latente, no sabemos en qué va a terminar todo esto; por lo mismo, es momento de estar atentos, de disfrutar de la paz y tranquilidad tantas veces añorada, de darse un tiempo para reflexionar, para liberarse de aquellas “servidumbres y esclavitudes” que, dadas las características de la sociedad actual, de una u otra forma, nos han tenido “enjaulados”.

Paradójicamente, “ahora confinados debemos disfrutar del privilegio de ser libres”.

Unos más escépticos que otros, unos más informados que otros, en lo sustantivo coincidimos en la gravedad de lo que está pasando, y en que al menos tres cosas no menores podrían pasar: recesión sí o sí; recriminaciones y búsqueda de chivos expiatorios y, por ultimo… una revalorización de la vida.

La “densidad y consistencia” de los temas estuvo presente y latente esta semana. A pesar de eso, el “andamiaje intelectual” igualmente se vino abajo cuando uno de los feligreses interrumpió diciendo…. “Todo lo que quieran… bien por el tiempo libre… bien por el león suelto a sus reflexiones… pero lo que es yo… estoy chato, me aburro como ostra, este confinamiento me va a volver loco, estoy aburrido”… ¡Plop! Todos quedamos “para adentro”, pero en segundos la respuesta llegó de un parroquiano, que además presume de ser iniciado en filosofía…, quien digitalmente le contestó: “Tú cállate… mira que mi abuela siempre decía que:… ¡sólo los burros se aburren!”.

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